PONTIFICIO CONSEJO « JUSTICIA Y PAZ »
COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
A JUAN PABLO II MAESTRO DE DOCTRINA SOCIAL TESTIGO EVANGÉLICO DE
JUSTICIA Y DE PAZ
II. EL PRINCIPIO DEL BIEN COMÚN
a) Significado y aplicaciones principales
164 De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer
lugar, el principio del bien común, al que debe referirse todo aspecto de la vida
social para encontrar plenitud de sentido. Según una primera y vasta acepción,
por bien común se entiende « el conjunto de condiciones de la vida social que
hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más
pleno y más fácil de la propia perfección ».346
El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de
cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece
común, porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo,
acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro. Como el actuar moral del
individuo se realiza en el cumplimiento del bien, así el actuar social alcanza su
plenitud en la realización del bien común. El bien común se puede considerar
como la dimensión social y comunitaria del bien moral.
165 Una sociedad que, en todos sus niveles, quiere positivamente estar al
servicio del ser humano es aquella que se propone como meta prioritaria el
bien común, en cuanto bien de todos los hombres y de todo el hombre.347 La
persona no puede encontrar realización sólo en sí misma, es decir, prescindir
de su ser « con » y « para » los demás. Esta verdad le impone no una simple
convivencia en los diversos niveles de la vida social y relacional, sino también
la búsqueda incesante, de manera práctica y no sólo ideal, del bien, es decir,
del sentido y de la verdad que se encuentran en las formas de vida social
existentes. Ninguna forma expresiva de la sociabilidad —desde la familia,
pasando por el grupo social intermedio, la asociación, la empresa de carácter
económico, la ciudad, la región, el Estado, hasta la misma comunidad de los
pueblos y de las Naciones— puede eludir la cuestión acerca del propio bien
común, que es constitutivo de su significado y auténtica razón de ser de su
misma subsistencia.348
b) La responsabilidad de todos por el bien común
166 Las exigencias del bien común derivan de las condiciones sociales de cada
época y están estrechamente vinculadas al respeto y a la promoción integral de
la persona y de sus derechos fundamentales.349 Tales exigencias atañen, ante
todo, al compromiso por la paz, a la correcta organización de los poderes del
Estado, a un sólido ordenamiento jurídico, a la salvaguardia del ambiente, a la
prestación de los servicios esenciales para las personas, algunos de los cuales
son, al mismo tiempo, derechos del hombre: alimentación, habitación, trabajo,
educación y acceso a la cultura, transporte, salud, libre circulación de las
informaciones y tutela de la libertad religiosa.350 Sin olvidar la contribución que
cada Nación tiene el deber de dar para establecer una verdadera cooperación
internacional, en vistas del bien común de la humanidad entera, teniendo en
mente también las futuras generaciones.351
167 El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad: ninguno
está exento de colaborar, según las propias capacidades, en su consecución y
desarrollo.352 El bien común exige ser servido plenamente, no según visiones
reductivas subordinadas a las ventajas que cada uno puede obtener, sino en
base a una lógica que asume en toda su amplitud la correlativa
responsabilidad. El bien común corresponde a las inclinaciones más elevadas
del hombre,353 pero es un bien arduo de alcanzar, porque exige la capacidad y
la búsqueda constante del bien de los demás como si fuese el bien propio.
Todos tienen también derecho a gozar de las condiciones de vida social que
resultan de la búsqueda del bien común. Sigue siendo actual la enseñanza de
Pío XI: es « necesario que la partición de los bienes creados se revoque y se
ajuste a las normas del bien común o de la justicia social, pues cualquier
persona sensata ve cuan gravísimo trastorno acarrea consigo esta enorme
diferencia actual entre unos pocos cargados de fabulosas riquezas y la
incontable multitud de los necesitados ».354
c) Las tareas de la comunidad política
168 La responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las
personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de
ser de la autoridad política.355 El Estado, en efecto, debe garantizar cohesión,
unidad y organización a la sociedad civil de la que es expresión,356 de modo
que se pueda lograr el bien común con la contribución de todos los ciudadanos.
La persona concreta, la familia, los cuerpos intermedios no están en
condiciones de alcanzar por sí mismos su pleno desarrollo; de ahí deriva la
necesidad de las instituciones políticas, cuya finalidad es hacer accesibles a las
personas los bienes necesarios —materiales, culturales, morales,
espirituales— para gozar de una vida auténticamente humana. El fin de la vida
social es el bien común históricamente realizable.357
169 Para asegurar el bien común, el gobierno de cada país tiene el deber
específico de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales.358 La
correcta conciliación de los bienes particulares de grupos y de individuos es
una de las funciones más delicadas del poder público. En un Estado
democrático, en el que las decisiones se toman ordinariamente por mayoría
entre los representantes de la voluntad popular, aquellos a quienes compete la
responsabilidad de gobierno están obligados a fomentar el bien común del
país, no sólo según las orientaciones de la mayoría, sino en la perspectiva del
bien efectivo de todos los miembros de la comunidad civil, incluidas las
minorías.
170 El bien común de la sociedad no es un fin autárquico; tiene valor sólo en
relación al logro de los fines últimos de la persona y al bien común de toda la
creación. Dios es el fin último de sus criaturas y por ningún motivo puede
privarse al bien común de su dimensión trascendente, que excede y, al mismo
tiempo, da cumplimiento a la dimensión histórica.359 Esta perspectiva alcanza
su plenitud a la luz de la fe en la Pascua de Jesús, que ilumina en plenitud la
realización del verdadero bien común de la humanidad. Nuestra historia —el
esfuerzo personal y colectivo para elevar la condición humana— comienza y
culmina en Jesús: gracias a Él, por medio de Él y en vista de Él, toda realidad,
incluida la sociedad humana, puede ser conducida a su Bien supremo, a su
cumplimiento. Una visión puramente histórica y materialista terminaría por
transformar el bien común en un simple bienestar socioeconómico, carente de
finalidad trascendente, es decir, de su más profunda razón de ser.